¿Es cierto que quien no arriesga no gana?
Una frase inspiradora que merece una mayor reflexión
A menudo escuchamos que "quien no arriesga, no gana". Esta frase, aunque inspiradora, merece una reflexión más profunda, especialmente cuando se trata de nuestras finanzas personales y del negocio, en caso de que los recursos sean de éste. Asumir riesgos es, sin duda, una parte de cualquier inversión, emprendimiento o camino a seguir. No obstante, la forma en que abordamos esos riesgos puede marcar la diferencia entre un éxito y un revés financiero.
“El que no arriesga, no gana"
- Dave Thomas
No basta con tener la audacia de sumergirse en el mundo de las inversiones o de lanzarse como emprendedor de algún negocio. La valentía debe ir de la mano con una estrategia cuidadosamente elaborada y un análisis minucioso. Ignorar los riesgos potenciales no es más que abrir la puerta a consecuencias imprevistas que podrían desestabilizar no solo un proyecto específico, sino también nuestra salud financiera en su conjunto.
Tomemos, por ejemplo, el escenario de una persona que decide invertir en mercado de acciones, que, seducido por la promesa de altos retornos, coloca una porción sustancial de sus ahorros en una sola acción. Sin un entendimiento profundo de la volatilidad del mercado o de la solidez de la empresa seleccionada, este inversor podría sufrir una pérdida importante si las acciones toman un giro inesperado hacia el sur.
Similar es el caso de un aspirante a empresario que, impulsado por un sueño y sin un plan de negocios robusto, invierte todo su capital en una nueva aventura. La falta de un entendimiento claro del mercado objetivo o de una reserva económica para soportar los inevitables altibajos de los primeros meses puede poner en serio riesgo su futuro financiero.
"Nada se gana sin asumir ciertos riesgos; la clave está en hacerlo de manera informada y calculada."
- Warren Buffett
Ambos ejemplos ilustran el peligro de subestimar la importancia de la evaluación de riesgos y la planificación estratégica. Las decisiones financieras tomadas bajo la influencia de un optimismo excesivo y sin la debida diligencia, pueden llevar a la pérdida de ahorros vitales y al endeudamiento, situaciones ambas evitables con un enfoque más calculado.
Carlos Bremer en una de sus tantas pláticas dijo: “Siempre creemos que nos va a ir muy bien, no, asume que te va a ir mal, ¿cuál va a ser tu plan B?” un gran consejo que todos debemos aplicar.
En este contexto de incertidumbre, donde no existe un software o una bola de cristal o método predictivo que garantice resultados positivos, la consulta con expertos se convierte en una pieza clave. Los asesores financieros y los consultores de negocios traen a la mesa su experiencia acumulada y conocimientos específicos para desglosar complejidades, identificar tendencias, prever contratiempos y así tomar mejores decisiones financieras.
La experiencia y el conocimiento de estos profesionales no nos asegura el éxito absoluto —nadie puede— pero su asesoría es invaluable para formular estrategias que incrementen nuestras probabilidades de éxito y minimicen la exposición al riesgo. En definitiva, el camino hacia nuestras metas financieras exige un equilibrio entre las ganas de avanzar y la prudencia de planificar con detenimiento cada paso que damos.